VIAJE A SERENDIPIA


Cuando Ibirico me envió serendipia, lo primero que se me vino a la cabeza fue la palabra “Serendipity” y cómo descubrí esa palabra que es, por sí misma, un emblema de hallazgos y descubrimientos. Fue en Londres, concretamente en el ICA (Instituto de Arte Contemporáneo), en agosto de 1968, cuando asistí a la inauguración de la exposición Cybernetic Serendipity, a la que también hizo acto de presencia el filósofo y poeta concreto Max Bense, de Stuttgart, con el que yo tenía relación epistolar desde finales de 1964. Le acompañaba la que sería su mujer, la Dra. Elizabeth Walter. Me enteré de esa inauguración gracias a la recitadora de poesía fonética Lily Greenham, que vino a verme  a Madrid a  comienzos de 1967, y  se incorporó a 

la Cooperativa de Producción Artística y Artesana (CPAA), que fundé con varios amigos a comienzos de ese año. Al saber que estaba en Londres, Lily me escribió una carta, que figura en el Archivo Ignacio Gómez de Liaño, que alberga el Reina Sofía, para informarme del evento serendípico. Aquella exposición era la primera que se hacía en el mundo de gran envergadura sobre el arte cibernético. 

      Si he mencionado esa exposición, no es solo por afición a las palabras, en este caso, a la palabra serendipity, sino porque la serendipia de Ibirico está dentro de la trayectoria de experimentación poética, sobre todo visual, del autor, y porque las personas que he mencionado (Max Bense, Lily Greenham) y la sociedad CPAA fueron factores esenciales en la génesis de la poesía experimental en la España de mediados de los años 60, que tendría un reconocimiento culminante en los Encuentros de Pamplona de 1972.                   

        No conocí a Ibirico entonces, sino años después, pero hay entre ambos otros nexos a los que quiero hacer referencia. El primero es de orden artístico-personal: el gran pintor José Hernández. Conocí su obra y persona en los años 70 y con él tuve la suerte de colaborar en diferentes ocasiones. También Ibirico colaboró con José Hernández en importantes obras. Ambos, además, habían vivido en Tánger, un lugar mítico para los de mi generación. Tanto que visité esa ciudad, y otras de Marruecos, en agosto de 1967, justamente un año antes de la exposición londinense Cybernetic Serendipity. Recuerdo que, al callejear por Tánger, me sentía en otro mundo, y me asombraba que estuviera, geográficamente, tan cerca de España. Tánger fue esos días para mí una especie de serendipia. Pues bien, Ibirico nació en el norte de Marruecos  cuatro años después de mi nacimiento, y se fue de Tánger en 1966, un año antes de mi visita a esa ciudad.    

       El segundo nexo que me une de alguna manera a Ibirico es el de Henri Chopin, el gran poeta sonoro y también visual que editaba la principal revista de poesía experimental de la época, OU – cinquième saison, donde publiqué en 1969 mi manifiesto Abandonner l’écriture. En el plurinacional ámbito de la poesía experimental Chopin era mi principal amigo fuera de España. Lo visité en París en el mes de julio de 1966 y volví a encontrármelo en Londres en el verano de 1968, justo unos días antes de la inauguración de Cybernetic Serendipity. Pues bien, Henri Chopin me presentó en Londres, en 1969, al gran novelista William S. Burroughs y al gran poeta y pintor, amigo de WSB, Brion Gysin, dos figuras que estaban muy vinculadas a la ciudad natal de Ibirico, a Tánger.

       Y voy a un tercer nexo, relacionado también con Henri Chopin, pues fue él quien me llevó a la inauguración de una exposición de mail art, que tuvo lugar en una galería de Londres, no sé si en 1969 o en los siguientes años inmediatos. Ni que decir tiene que Ibirico es uno de los principales promotores  en España del mail art. En 1995 creó la Asociación de Mail Artistas Españoles (AMAE). Yo empecé a cultivarlo en 1972. Actualmente (año 2020) se pueden ver en la exposición Abandonar la escritura. Ignacio Gómez de Liaño, que está en el Reina Sofía, los numerosos poemas visuales, semióticos, experimentales que nos intercambiamos a través de cartas entre los años 1972 y 1975 José-Mignuel Ullán y yo. Precisamente fue a través del mail art como introduje a Ullán en la poesía experimental.

     El cuarto nexo que voy a mencionar tiene un nombre: el pintor y arquitecto Javier Utray. Utray, que era un grande y admirado amigo mío; con él viajé por Sicilia unos meses antes de su fallecimiento. En más de una de nuestras largas y frecuentes conversaciones, me habló del Museo Mausoleo de Morille (Salamanca). Allí enterró Utray su haiga; creo que era un Cadillac, en el que alguna vez me llevó por la Gran Vía madrileña. Pues bien, Ibirico enterró y resucitó el arte mail en ese mismo Museo Mausoleo de Morille.

       Y ahora voy al quinto y último nexo –last but not least-: el gran pintor José Viera, natural de la onubense Aracena y seguidor muy original de la ruta pictórica iniciada por José Hernández. A José Viera le dedicó Ibirico un bellísimo y emocionante poema visual en su libro HELICON. De letras de diferentes colores –las del nombre del artista, JOSE VIERA- caen en cascada letras que forman palabras cuyas iniciales corresponden a las del nombre del pintor. Esas palabras -Jovial, Oracular, Sensible … Realista, Artista-, al terminar su caída, van a parar en la embocadura de nueve tubos de pintura que ostentan los colores correspondientes al nombre de JOSÉ VIERA.

      Ese poema dedicado a Viera nos muestra con claridad, color y literalidad la poética de Ibirico. Se encuentra en un libro titulado HELICÓN, en el que el autor adelanta algunos aspectos de serendipia. En ambos libros crea relaciones singulares, tanto plásticas como verbales, tanto de cartel y prospecto como de alta cultura, tanto de máquinas como de vísceras, a fin de generar sus poemas. Lo que nos transporta al Monte Helicón, consagrado a Apolo y las Musas. Eso es lo que nos ofrece en ese libro el poeta: un nuevo e innovador Monte de las Musas. 

                                                                                                     ***

      Cuando volvemos los ojos a serendipia, lo que vemos es que el Monte de la Musas se ha transformado en el País de los Hallazgos y las Maravillas. De HELICÓN hemos pasado a serendipia. En este libro me ha llamado especialmente la atención el protagonismo que tienen el cuerpo, las vísceras, la enfermedad, la medicina. Me atrevería a decir que Ibirico ha buscado con sus poemas no solo la creación de obras de un arte singular y personalísimo, sino también… medicamentos, una forma de terapia para curar. ¿Para curar qué? Voy a concretar ese hospitalario qué mencionando algunos de los poemas del libro:

 el ALZHEIMER: la H desaparece, olvidada –pienso- debajo de la redondeada imagen del humano cerebro;

 las CATARATAS: las letras de ese vocablo caen en cascada desde la niña del ojo;

 el CORAZÓN: varias medicinas -Tromalyt, Adiro…- figuran como si fueran las arterias y venas que entran y salen de la víscera;

 el ESTRABISMO: la B mira para otro lado;

 el DALTONISMO: un enjambre de pequeños círculos verdes y azulados pululan dentro de un círculo;

 el DESPRENDIMIENTO DE RETINA: las letras de R E T I N A caen cuesta abajo;

 el ICTUS: la parte superior de la I se derrumba y sangra.

       Todos estos poemas-figuras  están alineados con las rebanadas bien cortadas de su reglamentario CÓDIGO DE BARRAS –otro poema- y son vistos desde:

 EL OJO DE LA CERRADURA: en el centro del ojo se ve una cerradura.

        Si el HORÓSCOPO DIARIO lo protagoniza un CANGREJO, o sea, CÁNCER (así se dice cangrejo en latín) y todo en el poema remite expresamente a la ONCOLOGIA, cómo sorprendernos de que el primero de los poemas del libro sea ACERCAN CERCAN de forma que se subraya, cromáticamente, la palabra CAN CER

       Visto lo visto y leído lo leído, es natural que nos demos de bruces, según hacemos nuestro poético camino de experimentación con el poema MI  e  DO. Las  notas MI y Do figuran en un pentagrama musical (e ocupa el lugar de la nota La) que, intuyo, quieren darnos el consuelo de la música.  

       Casi sin quererlo  nos acercamos al poema donde se ve un cigarrillo con filtro que penetra, enhiesto, entre dos vísceras con aire de pulmones, que están apresadas en una red de alambre. Ese peligroso cigarrillo nos lleva a otro cuadro-poema, en el que vemos al Joker de la baraja transformado en El SMOKER-JOKER, el cual, en vez de naipes lleva en las manos, cómo no, paquetes de cigarrillos.

      Pienso que el poema apícola-visual que se titula “Miel pura de obeja”, el que nos ofrece una hoja de afeitar hecha con una hoja vegetal, y el que dice PECHUGA DE POLLO CON SALSA ESTILO MOLE, preceden al SMOKER-JOKER, pues de alguna manera representan otros tantos medios con los que curar el mal producido en nuestros pulmones por el humo nicotínico de los cigarrillos.          Pero Ibirico es consciente de lo difícil que es guardar el EQUI LIBRIO en los dos platos de la balanza, según nos lo muestra en otro poema, donde el plato de la izquierda porta EQUI y el de la derecha LIBRIO. Pero el poeta acierta a compaginar de algún modo esa dificultad con EL MOVIMIENTO helicoidal del poema que lleva ese nombre.

     Si el tenedor TENERDOS es, sin duda, muy recomendable para atacar las Pechugas de pollo con salsa estilo mole, el poema KAKATUA, en el que vemos a las letras de ese vocablo saliendo de una jaula, tiene un cierto parentesco con el poema con forma de reloj de arena. El recipiente superior del reloj contiene numerosas letras puestas sin orden ni concierto. Pero esas letras, al pasar al recipiente inferior, forman palabras acordes con las funciones del reloj: minutos, segundos, años, siglos, horas, meses, días, lustros, décadas…

      Si en el poema GRANADA Ibirico hace un homenaje a Federico García Lorca, en otros, toma como motivo inicial la bandera de la UE, para referirse a la Desunión europea, y la de USA, para señalar con calaveras, que alternan con las estrellas de los Estados, la pena de muerte que sigue vigente en varios de esos Estados.

     Hay un poema en serendipia que nos advierte sobre los peligros de regresión antropológica que están produciéndose en nuestro tiempo. El poema se llama INVOLUCIÓN. En el techo de una cueva, que nos recuerda las del arte del Paleolítico y el Neolítico, imaginarios antepasados nuestros, que vivieron hace decenas de miles de años, pintaron… los signos de Amazon, Microsoft, Coca-Cola, Nike, Adidas, Google… O sea, los signos de la INVOLUCIÓN que está en curso.

   Muy expresivos son los poemas dedicados a la INICIACIÓN A LA LECTURA I y II. No lo es menos el de una REPÚBLICA transformada en una  ReD PÚBLICA, en la que el autor nos llama la atención para que nos fijemos en la e y en la U.

     serendipia termina con un poema titulado VIOLENCIA DE GÉNERO que se desarrolla en tres tiempos -el del amoroso corazón, el de la soga del ahorcado y el del cuchillo del asesino- y termina también con el recorrido fisiológico-literario que nos invita a hacer el Refranero riñonero del poeta.                                                                                                                        ***      

      Al echar una mirada retrospectiva a la poesía experimental, que viví desde el otoño de 1964, veo que en ese amplísimo panorama se destacan dos tendencias fundamentales:

      Una la generó la poesía concreta con tres componentes principales: las “constelaciones” del suizo-boliviano Eugen Gomringer -al que invité, a través de la CPAA y el Instituto Alemán, a dar una memorable conferencia (“La poesía concreta como lengua supranacional”) en Madrid, en 1967-; los poemas “concretos” del equipo Noigandres de Sao Paulo (Brasil) -formado por los hermanos Haroldo y Augusto de Campos, Ronaldo Azeredo y Decio Pignatari-; y la poesía espacialista que promocionaban Pierre e Ilse Garnier desde Amiens-París. Esta tendencia, para decirlo brevemente, jugaba geométricamente con las letras de las palabras. En España el principal y más creativo representante de esa tendencia es, me atrevo a decir, Eduardo Scala. Podríamos llamarlo el gran ajedrecista de las letras de las palabras, dada su dedicación simultánea al ajedrez y a la poesía geométrico-visual.

    La otra tendencia se llamó semiótica por utilizar imágenes y signos muy variados junto a letras y palabras. Esa tendencia la encabezaron, desde la revista Approches, Julien Blaine y Jean-François Bory, a los que conocí y frecuenté en París en el verano de 1966. Esa poesía entroncaba de alguna manera con ciertas fórmulas surrealistas y con el vanguardismo de Ramón Gómez de la Serna. Dentro de esa tendencia, la poesía de Ibirico -en concreto la que figura en HELICÓN y en serendipia- es una obra que se destaca por su originalidad, plasticidad, conceptualidad y, también, por la sabia combinación que hace de un cierto tradicionalismo de raíces refraneras con lo más experimental y pop. En esa poesía se perciben también atisbos de la poesía de acción que Ibirico ha practicado junto con el también poeta visual César Reglero. Esa poesía se inició al tiempo que la semiótica. Yo mismo realicé un poema de acción en la primavera de 1966 durante la exposición de poesía experimental que organicé junto con Julio Campal en la galería Juana Mordó de la calle Villanueva de Madrid.

Al titular estas páginas “Viaje a serendipia” he tenido en cuenta no solo que el autor nos invitaba a hacer un viaje a ese fantástico país, sino también que Ibirico ha sido un gran viajero que, en vuelos sucesivos e interminables, ha recorrido numerosos países del Viejo y, sobre todo, del Nuevo Mundo.

      Pienso que serendipia es el país al que siempre soñó viajar Ibirico y que, como no lo encontró en ninguna parte, resolvió crearlo. 

Ignacio Gómez de Liaño